Lección 2: Los fines de semana, qué delicia


No paro de trabajar entre semana. Llega el viernes, y estoy destrozado. Los viernes por la tarde parezco un zombi, me duermo en cualquier parte. Pero llega el sábado, y soy otro. Me levanto prontito y me voy a la piscina municipal. Conviene ir pronto, si no, se llena de gente. Nadar me relaja mucho. Luego desayuno en el bar, un café con churros, y ¡a casita con el periódico!
A media mañana, todos los sábados, tengo un partido de baloncesto con los amigos. Jugamos fatal, pero lo pasamos bien. Al menos, liberamos energías y nos sentimos en forma. Vamos a un polideportivo de las afueras, también hay pistas de tenis, pero yo no sé jugar. Vamos, que no sé ni lo que es una raqueta.
Los domingos también hago deporte. Me voy a correr al parque con mi hermano. Es que si no, no lo veo. Y luego comemos en familia, y muchas tardes echo con mi padre una partida de ajedrez. Soy un desastre y siempre me gana, pero por lo menos, no me canso. Y es que los domingos ya estoy harto de tanto deporte, y hasta echo de menos mi sillita de la oficina.

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