Mi casa es grande, bonita y confortable, pero es mi segundo trabajo. Cuando llego a casa, además de mis hijos, me esperan muchas tareas.
Nada más entrar, por ejemplo, veo que una de las puertas de la casa no cierra bien. Inmediatamente, me convierto en carpintero para poder repararla. Después intento ducharme, pero la ducha está atascada. Menos mal que soy un buen fontanero… Quiero relajarme y escuchar música, pero hoy el equipo de música está estropeado. Entonces me toca ser electricista. ¡Qué cansancio! Y eso sin contar la cena, fregar los platos…
Muchas noches me quedo dormido en el sofá de puro agotamiento. Duermo de un tirón, hasta que a las seis de la mañana mi hijo mayor me despierta con una sonrisa. Otro duro y difícil día de trabajo, fuera y dentro de casa. Aunque, claro, el simple despertar con los dulces ojos de mi hijo, vale todo el esfuerzo.